martes, mayo 23, 2006

el bostezo

Cruzo avenida de los Incas a la altura de Bucarelli en Parque Chàs. Tardecita de abril, poco calor, mucho humor contrariado. A mitad del recorrido, cuando atravieso la mano que va hacia el oeste, veo dentro de un automovil detenido por un semàforo a una mujer apoyada sobre el volante a punto de bostezar que nota mi presencia. Yo desacelero mi andar, hago que cada paso dure un segundo màs para poder aprovechar todas las articulaciones de este increible momento del universo en el cual un hombre cruza una avenida y se siente atraido por una mujer que bosteza dentro de un auto mientras espera que una señal le permita irse de ahì. Si alguna cosa yo no puedo hacer es detenerme. Tampoco la dama puede dejar de bostezar. Lo que sì ella hace (y ese movimiento me parece sorprendente) es llevarse la mano que tiene sobre el volante hacia su boca como anunciando o protegiendo el pudor de su intimidad.Ahora estamos frente a frente. Yo observo el parabrisas de su auto, eso me permite consensuar una caza perfecta, un acecho tàctico, el instante en que el bostezo lejos de reclamar el desaire del observador ofrece su còctel de gestualidad y todo lo inocultable se enreda en la memoria pero mi marcha cansina ya no pasa inadvertida. Un tipo me supera y consigue llegar al cordòn de la vereda sin mas tràmite que su paso decidido. Este incidente provoca un caos en la coyuntura porque la mujer ve y evalùa este detalle mientras vuelve a situar su mano derecha sobre el volante y evidencia una leve tensiòn muscular sin que yo pueda precisar los daños o sus efectos. Cada paso construido alrededor de este encuentro se deja demoler como un cuento sin destino apenas el semàforo pulse su verde luz sin freno.

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