Como se sabe, esta crema era originalmente utilizada para ordeñar a
las vacas, y al notar los efectos en las manos de las
personas que realizaban esta tarea, se pensó en comercializarla como un producto cosmético.
Mi vieja la usaba y el olor de su
piel es una de mis recuerdos preferidos. Ahora le adicionan Aloe Vera (que
tanto se ve en algunos barrios, sobretodo Parque Chás) y algunas vitaminas.
Escribo esto después de frotarme las manos con crema de
ordeñe. Las teclas negras de mi pequeña computadora que son negras con letras
blancas lo notan. No pasa lo mismo con mi lapicera que se desliza igual a una
mano ordeñando una ubre.
Hace muchos años dejé de tomar leche y ya casi no como
carne. Esta crema de ordeñe pues vuelve a situarme de algún modo en el país de
vacas que somos y con la mala leche que tienen muchos de los que comercializan
y faenan animales.
Lejos de pensar que es una batalla perdida sigo soñando con
un mundo mas amable, mas justo y menos asesino.
El ser humano es una criatura espantosamente amoral y
creativa.
Es capaz de cuidarse las manos con crema de ordeñe como es
capaz de ordenar cremar vidas que merecen tanto respeto como sus propias manos.
Porque ellos también la usan. Ellos también se sienten mas limpios si después
de matar se limpian las manos.
Porque el pensar comienza en las manos. ¿O acaso pensar no
es acariciar, a veces no tan suavemente, el deseo de vivir?
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