domingo, mayo 26, 2013

El herrero iluminado



Érase de un pintor que subía una calle que daba al mar
El silencio de las ostras le rondaba
No tenía auto ni moto ni bicicleta
Apenas un pincel como radar y algunos libros fecundados por Hera
Todos los pintores mantienen la temperatura del agua acorde
Con la de la lengua
Menos este pintor
Que prefiere el agua seca del húmedo umbral
Al vago quejido de las hojas del laurel
Como buen herrero iluminado supo forjar las piedras
Hendir las sombras
Y clasificar las capas del color del fuego arrinconándolo en su castillo de azufre
Hoy se dedica a tareas de orden alquímico
A reparar piezas de un viejo astrolabio
O corregir manuscritos de dudosa procedencia.
A veces mientras envía cartas a destinos inciertos aprovecha para fumarse un cigarro hecho de arañas calcinadas.
Prefiere las que no fueron nombradas ni por la Biblia ni por Lautramont.
Recuerdo aquella tarde que me invitó a almorzar unos deliciosos camarones que el mismo había elegido en la fértil laguna
Yo los rocié con unos dientes de ajo bien picados y les di ese toque de oliva tan reparador
Hablamos de Borges, de Guimaraes Rosa, de Piero Della Francesca
Hasta que aparecieron un par de mujeres como fantasmas
Mostrándonos el camino de la digestión lenta con un gesto de lluvia
Y viento primaveral.
Hace poco encontré un poema que a él le gustaba mucho
Y recordé cuanto le gustaban los buenos poetas
Que no hacían de la poesía mercadería de ocasión.
Algo me dice que las cosas no deben haber cambiado mucho
A pesar del tiempo transcurrido.



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